Invasión de roedores: el Gobierno porteño dice que hace un promedio de 70 desratizaciones por día
Excremento de rata entre los pupitres, en el patio de juego o justo debajo del pizarrón. Ratas muertas en jardines de casas de Belgrano, a pocas cuadras de donde se construía el viaducto del tren Mitre. Grandes como un gato, grises, atravesando la calle Hornos, en la entrada a la estación Constitución. En lo que va del año las ratas parecen estar en todos lados. Así lo muestran las cinco escuelas que interrumpieron sus clases por infestación, el crecimiento de comercios con denuncias por presencia de roedores y el aumento en un 50% de las demandas de desratización en empresas del sector.
“Pero sin dudas se observa una mayor dispersión“, dice y profundiza: “Las ratas se mueven en función de la oferta de recursos. Alimento, agua y refugio. Si disponen de ellos, los desplazamientos son limitados, pero si alguno se altera van a dispersarse”.
La percepción de estar viendo cada vez más ratas también se asienta en otros números. Según el registro de la Agencia Gubernamental de Control de la Ciudad, en 2018 hubo 862 denuncias por presencia de roedores en comercios y sólo en los primeros cinco meses de 2019, 615.
Las denuncias al Sistema Único de Atención Ciudadana por el mismo motivo también crecieron: en 2018, hubo 6.920 y, desde enero hasta mayo de este año, ya suman 5.215. “En enero y febrero hubo un pico a partir del brote de hantavirus en el sur del país. La gente se puso en alerta”, explican desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, donde también marcan que a cada reclamo se le dio seguimiento y que se hacen inspecciones y tareas preventivas en forma semanal, tanto en calles como en lugares críticos donde se estén desarrollando obras.
En Espacio Público dicen que la desratización consiste en lainstalación de cebos en lugares donde se detectó actividad de roedores. Pueden ser espacios verdes, escuelas, bibliotecas, centros culturales y museos, teatros, hospitales, cementerios y polideportivos. Los cebos son consumidos por un ejemplar del grupo, que al volver al nido indica que es comestible. Luego, el resto de los roedores lo consumen y unos días después el nido se extingue debido a su ingesta.
Pero para entender el fenómeno no sólo hay que mirar hacia abajo, a los movimientos de excavación. Lo que ocurre en el cielo también influye. “Las lluvias inciden en la dispersión de las ratas”, agrega Olga Suárez. “Se inundan las madrigueras y las ratas también deben moverse”. Según datos del Servicio Meteorológico Nacional, las precipitaciones acumuladas desde el 1° de enero hasta el 26 de junio en la Ciudad de Buenos Aires son 58 milímetros, dos puntos menos que en 2018 (mismo período), aunque este junio podría ser el más lluvioso en territorio porteño y desde que empezaron a llevarse registros, en 1906.
Si no se toman medidas, tanto por mover la tierra o por acción del cielo, las ratas se seguirán mostrando entre nosotros, en los jardines de casas, en las escuelas, en los ingresos a las estaciones de trenes y subtes, con el peligro que eso representa: estos animales son reservorios y transmisores de una inmensa cantidad de patógenos, virus, hongos y parásitos.