La fiesta aconteció en el Mario Kempes incluso más allá de ese resultado agradable, valioso, relevante. Ese contorno de 45.000 hinchas de La T merecía tal desenlace. Una victoria para darle impulso a este regreso al ámbito internacional luego de 17 años. En este partido de ida de la segunda fase de la Copa Libertadores, este 2-0 frente a San Pablo, tuvo el carácter de un reencuentro. Y más: también se trató de una noche para recordar.
El equipo cordobés se impuso con dos golazos. Ambos en el segundo tiempo. El primero, a los 12 minutos, un bombazo para recordar de Juan Ramirez; el segundo, a tres del final, con una potente definición de Tomás Pochettino, luego de un valioso armado colectivo.
Talleres demostró que la presunta maldición del sorteo -San Pablo, gigante de esta competición- no era tal. O al menos supo administrarla. Se mostró con autoridad, decidido. El equipo de Juan Pablo Vojvoda fue el protagonista central de la fiesta a su alrededor. Se animó, quiso, defendió con vehemencia. Permitió que el fútbol pasara, sobre todo, por la cabeza de Pablo Guiñazú, eterno, líder, dueño de estas ocasiones para guardar en todas las memorias.
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El primer tiempo fue más de estudio, de ver de qué se trataba. Con un San Pablo más cómodo con el resultado y con la circunstancia. El segundo fue una muestra de intensidad de Talleres. Y otra cosa: una celebración de la belleza en ambos goles.
“El que no salta / se va a la B”, gritaban en la fiesta del Kempes. Se sabe: el promedio de Belgrano está flaquito. Y eso, en la cabeza de los hinchas de Talleres, en pleno festejo, era también un agregado feliz. Lo sabían: el miércoles habrá revancha en el Morumbí. Pero de esta cita nocturna no habrá olvido.