Un patovica le partió la mandíbula en seis, pasaron dos meses y vive una pesadilla

Pasaron más de 70 días de la agresión sufrida y a Jonatan Farías le dura la bronca y la impotencia. Está enojado, triste y, por momentos, angustiado. No puede olvidarse de la madrugada de aquel sábado 9 de febrero cuando fue expulsado violentamente del boliche La Nueva Reserva, de Longchamps, adonde había ido para celebrar haber conseguido trabajo.

Pero un patovica llamado Sergio González, sin medias tintas, le aplicó una llave de tae-kwondo primero para sofocarlo y luego una trompada en el ojo y, finalmente, un violento empujón estando casi groggy. La víctima cayó inconsciente de boca contra unos decorados de mármol en la puerta de la disco. ¿Conclusión? Multifractura de mandíbula que se le partió en seis pedazos.

A más de dos meses de la brutal golpiza, Farías (25) dice que su vida está arruinada. No puede ejercer su oficio de pintor porque resulta peligroso para su salud, por lo que perdió los trabajos que tenía previstos. Tampoco podrá jugar más al fútbol con sus amigos, como lo hacía semanalmente, ni andar en bicicleta y deberá evitar cualquier tipo de aglomeración, ya que un golpe en su mandíbula podría ser letal.

“Estos tipos, los patovicas, están preparados para golpear, no les importa nada, pueden confundirse, pueden dudar, pero ellos atacan sin piedad y cuanto más te lastimen, para ellos mejor“, mastica bronca Jonatan. Y hace referencia a lo sucedido el último fin de semana en Los Polvorines. “Algunos trabajan drogados y no miden las consecuencias de sus actos”, expresa el joven que vive con sus padres en Lomas de Zamora, tiene una hija de un año y está separado.

Le cuesta hablar con claridad y le duele la boca a Jonatan, que el último miércoles fue, finalmente, operado para que le soldaran la mandíbula “Todavía estoy muy molesto, la intervención duró unas cinco horas y tengo muchos puntos de sutura que me impiden tragar normalmente. Por suerte no pagué un centavo, porque la verdad es que no tengo un mango”, maldice el muchacho, que no posee obra social.

"Una alegría". Es lo que señaló Jonatan Farías, quien le agradeció al cirujano haber sido considerado con la cicatriz que le dejó tras una ardua operación.

“No sé cómo voy a hacer con esto…”, se señala los cuatro dientes que le faltan. ¿Quién me va a querer dar laburo? ¿Y si quiero conocer a alguien, cómo hago?”, se avergüenza Farias, que no encuentra consuelo: “Ema, mi hija, cumplió hace dos semanas su primer año de vida y no pude regalarle nada, ni un mísero juguete“.

Quiere ayudar a sus padres, le cuesta vivir de prestado, pero físicamente no está en condiciones “ni siquiera para hacer changas por el barrio”. Admite Jonatan que un amigo enfermero lo provee de insumos para las curaciones caseras como gasas, alcohol y cinta adhesiva. “Volví a ser un chico dependiente de sus padres, es horrible”.

Sobre los pasos a seguir judicialmente, este miércoles Farías tendrá la primera mediación con el boliche La Nueva Reserva, pero la víctima está dispuesta a no dar el brazo a torcer. “Yo esperé un gesto de esa gente y nunca apareció nadie. Ni siquiera me vinieron a pedir disculpas, ni por Facebook, nada; sólo me difamaron, dijeron que yo estaba alcoholizado. Quiero ir hasta al final, no tengo ningún apuro”.

Serán tres mediaciones que monitorea su abogado, además del juicio penal a cargo de la UFI 8 de Lomas de Zamora, que se le realizará a Sergio González, que aún está sin fecha establecida. “Juré por mi hija Ema que llegaría hasta las últimas consecuencias. A mí me cagaron la vida, me siento un inútil… Ni hablar claro puedo”.

Está cansado Jonatan, ya no puede modular su mandíbula y sus últimas expresiones carecen de nitidez. Él lo advierte. Y ante la última consulta sobre volver a bailar algún día, responde categórico y bien clarito. “No, nunca más iré a un boliche. Esto no me lo saco más de la cabeza, y mucho menos el miedo. Me sentiría paranoico”.