Está sentada en la vereda, buscando algo en una bolsa blanca de supermercado que tiene a su lado. Nancy se toma un respiro. Llegó muy temprano a Liniers desde Merlo. Salió de su casa de noche, aún no había amanecido. Fue hasta la parada del 392, se subió al colectivo y se bajó en la estación de tren en Merlo. Ahí hizo combinación con el Sarmiento. Una hora después estaba en Liniers.
Llegó con una mochilita y varias velitas rozas para vender. Estuvo todo el día dando vueltas, ofreciéndole a la gente su producto. Fue y volvió mil veces. Se acercó a San Cayetano pero no para rezarle. Todavía estaba trabajando. Después de toda una mañana de estar parada, se sentó a tomar un descanso. Ahí fue cuando este cronista la vio.
Nancy habla con una sonrisa. No se la ve cansada, a pesar de que estuvo toda la mañana vendiendo velitas. Cuenta que va todos los años para lo mismo, haciendo el mismo ritual cada 7 de agosto. También confiesa que se va quedar hasta que venda todas las velitas. Dice que ya vendió varias, “gracias a Dios”.
Pero eso no es el único motivo de su presencia en Liniers. También quiere agradecerle a San Cayetano. Explica que hace años que le viene pidiendo una cámara de fotos. “Soy fotógrafa”, asegura. Y que después de mucho tiempo, y muchas súplicas al santo patrono, a principios de este año, logró comprarse una. “Estoy haciendo también mis primeros trabajos”, agrega.
Cuando habla con este cronista, Nancy cuenta que aún no ha podido acercarse a la imagen de San Cayetano. Y asegura que ni bien termine de trabajar, se acercará al santo para darle las gracias de esa cámara de fotos que “tanto quería”.
Otro que va todos los años y no se pierde un 7 es Osvaldo. Con 60 años y una pierna que le viene a mal traer, él está presente para pedirle al patrono trabajo y salud para él su familia. Cuenta que tiene mal una de las rodillas y se tiene que operar. Quiere pedirle al Santo que lo ayude a superar ese problema. “Tengo artrosis y me tienen que operar. Ya fui operado de la columna y quiero mejorar mi salud”, comenta.
Debido a su rodilla mala, Osvaldo no puede caminar con normalidad. Hace la cola en una silla plegable, en la que se sienta cada vez que la fila no se mueve. Cuando se para, camina con algo de dificultad, rengueando. Pero aún así, se levanta para darle algo de dinero a una persona que está mendigando.
Osvaldo también quiere pedir trabajo para él, su familia y para “todo el pueblo argentino”. Habla de la mala situación económica que se vive hoy en el país y asegura que por eso es “muy importante verlo a San Cayetano este año, que la cosa está tan brava”.