Nueva cumbre Pichetto-Durán Barba, la promesa a Carrió y aquel pronóstico de Menem

Pichetto se lanza a los territorios

Miguel Pichetto cerró la noche de este domingo, a media luz, con el segundo encuentro en 96 horas con el estratego principal del Gobierno. Cenó con Jaime Durán Barba en la casa del celestino de este nuevo amigo que se ha ganado, el editor Jorge Fontevecchia, vecino de la milla dorada que es Barrio Parque, y que dio origen a Mauricio Macri. El año pasado los había juntado en público, y hace dos semanas el asesor y el senador compartieron una mesa en el seminario del banco Mariva en el hotel de Cardales. Amor a primera vista de dos hombres de libros.

El Presidente lo recibió a Pichetto por segunda vez en 48 horas el viernes, en un nuevo encuentro a solas en el cual definieron algunos pasos tácticos. Por ejemplo, la sugerencia de Macri de que no cambie de discurso y que siga haciendo peronismo. Pichetto sumó la idea de que no aparecerá más en televisión hasta nuevo aviso. Se despidió este domingo de las pantallas, para comenzar una recorrida por el interior, principalmente en la provincia de Buenos Aires, que completará en dos semanas con un acto con más de 2.000 dirigentes peronistas de todo el país en la Capital Federal. Seguramente un Parque Norte, en el que explicará que su aporte al nuevo oficialismo es cualitativo y no cuantitativo.

En la Provincia es donde puede mostrar alguna espesura, aunque no es su distrito. Por eso reunió ya el jueves a los amigos bonaerenses, que describe como la “Juventud Peronista Línea Originaria“. Fueron la primera pata pichettista que pisó Capital y GBA, y donde milita allí la flor y nata del duhaldismo, entre quienes están Daniel Basile, detto “Chicho”, Eduardo Camaño, ex presidente, el ex ministro y ex senador José Pampuro; Mabel Müller, ex senadora; Carlos Brown, ex ministro. Este padrón tiene células dormidas del peronismo en muchos lugares. No aparecerán, porque pueden peligrar sus posiciones en puntos del poder.

Semana de la frazada corta por candidaturas con cupo 50 y 50

Con este retiro de la superficie, Pichetto deja el escenario en una semana de operadores, porque son las horas finales antes de la presentación de la candidaturas para las PASO. Son tiempos de negociaciones discretas, cambios de piel, reparto de disfraces, y los actores protagónicos prefieren estar lejos de esas pestilencias. Por eso se llama también a silencio Elisa Carrió, que cuenta con que le cumplan con lo prometido, y avisó que en lo demás confía en la mesa de Cambiemos –que ya no es más Cambiemos sino Juntos por Cambio, que viene a ser lo mismo– porque son ellos los que se juegan la gobernabilidad.

Muchas miradas se centran en el espacio de Carrió, porque tiene prometido para su fuerza el lugar de primer candidato a diputado nacional por Capital. Será para el presidente de la Coalición Maxi Ferraro, el hombre detrás del trono en Capilla del Señor, y como la dama de la lista, Mariana Zuvic. El oficialismo especula con que podrá ganar siete de las bancas que se disputan. Otro caso de frazada corta, porque también le han prometido otras dos bancas a la UCR, condición para que Martín Lousteau fuera candidato a senador. Serán para Hernán Rossi y Mariano Genovesi. El PRO tiene que renovar a dos indispensables: Pablo Tonelli –ministro de justicia en las sombras, desde la Cámara y el Consejo de la Magistratura– y Alvaro González, custodio de los códigos de la coalición y vigilante en la Comisión de Juicio Político. Salvo la Zuvic, todos varones, algo inconveniente porque hay ley de cupo 50-50.

No es momento para la rigidez de género, o habrá que hacer jugar la zanahoria de ser candidato y después dejar la banca a cambio de un cargo ejecutivo. Pero para eso hay que ganar la banca, y las elecciones nacionales para ser gobierno. Es caro. ¿No era mejor que hubiera elección de parlasures, un buen recurso como desarmadero de voluntades? Esta semana María Servini remachó el decreto de Macri y avaló la suspensión de esas 43 bancas que venían tan bien. Si ni cobraban sueldo…

Políticos contra funcionarios

¿No era que Macri representaba la anti política? La fórmula de ex Cambiemos suma a Pichetto, un alcaloide de la vieja política y que evoca el formato de otros intentos de quebrar los estereotipos, que enfrentan a las familias políticas de la Argentina. Un desafío para los hermeneutas, porque Juntos por el Cambio, esta fuerza que presume de haber superado las limitaciones del viejo estilo de hacer política, enfrenta la elección con una fórmula integrada por dos políticos, a la del peronismo del Frente de Todos, que lleva a alguien como Alberto Fernández que no es un político, sino un abogado que ha sido funcionario y quiere volver a serlo, en un cargo que suele ser ocupado por políticos.

Para quien tenga dudas sobre la diferencia entre un político y a quien no lo es, aunque simule serlo, hay que recordar que el político tiene estas capacidades especiales:

1) Hace andar el motor a agua (con nafta lo hace andar cualquiera).

2) Tiene la capacidad de generar confianza con aliados, e identificación irracional con el público.

3) Tiene visión profética, puede ver lo que está detrás de la montaña, o lo que ocurrirá en el futuro, y que los demás no ven.

Sobre esas tres condiciones se construye el liderazgo de un político. Al funcionario se le exige idoneidad técnica. Puede ser ejercer la abogacía o puede ser profesor en la UBA, como Alberto y Kicillof. Para conocerlos de un golpe de vista, basta con observar que los políticos no suelen hablar de política, y menos entre ellos. Prefieren el lenguaje gestual cuando discurren sobre viajes, autos, mujeres o fútbol. Con eso les basta. Los funcionarios, en cambio, hablan de política mucho, y a veces demás. Llegan a “hablarse encima”, como dice René Balestra con ironía fina.

El peronismo, al elegir a estos dos candidatos, ha preferido no poner políticos en la primera línea y confiar en que Cristina y Magario, para elegir dos nombres del peronismo vintage, los políticos, podrán mover los hilos de estas marionetas. Una audacia de los dos lados, cuya eficacia decidirá el resultado electoral, porque también arriesga el nuevo oficialismo, al agitar un emblema del peronismo como Pichetto ante su constituency, que tiene un alto componente, digamos gorila. Claro que ninguno de los votantes antiperonistas de Juntos por el Cambio va a apoyar, por más enojado que esté, las fórmulas del Instituto Patria.

Una martingala electoral no es un pacto: ambulancias, no locomotoras

Se precipitan las interpretaciones sobre si esto es o no un pacto. Más bien parece una martingala electoral sin contenido programático. Se parece más a De la Rúa-Chacho o Cristina-Cobos que al sueño de Perón-Sabattini o incluso Perón-Balbín. Macri ofrece la fórmula compartida desde la debilidad y para no perder, que es lo que explica todo. Perón ofrecía aquello desde una posición de fuerza y tenía la música del intento de un pacto superador de contradicciones ineficientes. Un pacto tiene condiciones, que se cumplen o no, pero se firman. “Los pactos se firman para cumplir, o no”, reía Perón cuando repasaba el acuerdo de 1958 con Arturo Frondizi, con quien negoció, valija mediante, Rogelio Frigerio.

Esta martingala puede terminar en un pacto, si prospera el recorrido de la ambulancia que Pichetto hará girar esta semana por todo el país. Intentará cosechar a heridos del peronismo, que reclamarán participar por candidaturas en los entresijos que dejen en las listas y los acuerdos que preexisten a Pichetto, entre el PRO, los radicales y la CC. Si este acercamiento va más allá de la figura de Pichetto, la martingala puede encarnar un pacto. Es lo que propone Jesús Rodríguez, que inspira toda esta sinfonía y la explica en parte, en el documento “Una coalición más amplia”. Según esa mirada:

1) El gobierno tiene que intentar una “presidencia de coalición”, y para eso hace falta un pacto, que hoy no está hablado, a menos que haya conversaciones secretas entre los integrantes de la fórmula, que no se conocen. Quienes leen los labios, hablan ya de acuerdos que han pedido un secreto de por lo menos un año.

2) El intento tiene que sumar alguna forma de acuerdo con otras fuerzas, que le dé envergadura legislativa a un eventual gobierno. Ya no hay lugar para la estrategia de Rogelio Frigerio de negociar las leyes y los compromisos uno por uno.

Perón, Sabattini, Balbín, espejismos de la historia

Ninguna de las partes ha dado señales de que haya un contenido programático en la fórmula, más allá de la contigüidad de los discursos, que expresan ideas del ala moderada de centro derecha, que comparten el oficialismo y el peronismo no K. Es importante mirar el desarrollo hacia delante de esta apuesta, que parece ignorar la principal lección que dejó el fracaso de De la Rúa-Chacho en 1999: nunca hagás una fórmula con tu enemigo. Estas cosas se hacen con los amigos. Intentarlo con quien te ha combatido con fuerza antes genera riesgos, además de dificultades estéticas. A menos que haya una voluntad de superación de antinomias, algo que entusiasma a algunos macristas pensantes como Federico Pinedo, aun siendo en lo personal, víctima de estos acuerdos.

La voluntad pudo inspirar el llamado frustrado de Perón al caudillo radical Amadeo Sabattini. Es comprensible que Perón lo buscase al “peludo chico” si, como demostró el historiador Samuel Amaral en su libro “Perón Presidente: las elecciones del 24 de febrero de 1946” (Eduntref, 2018), el voto del primer Perón se alimentó de buena parte del electorado radical. En 1973, antes de su elección presidencial, Perón quiso visitar a Ricardo Balbín en su casa de La Plata. El caudillo prefirió recibirlo en una poco recordada reunión en el despacho de Antonio Tróccoli en la cámara de Diputados. “Mi casa es muy modesta como para recibirlo”, se justificó. Perón quería agradecerle el apoyo en la transición, que le había valido a Balbín la acusación de Raúl Alfonsín de ser el “Chamberlain argentino”, en una cruda disputa de gorilas.

Cuando terminó la reunión, Balbín les explicó a los suyos, entre ellos Tróccoli, Enrique Vanoli y Rafael Pascual: “Si lo invito a mi casa, ¿cómo diablos le explico a mi hija Lía que va a venir a visitarnos nada menos que Perón?”. Había pasado su vida combatiendo a Perón. Aparecer junto a él era difícil de explicar, por lo menos a la familia.

Menem tiró la primera piedra

El pichettazo se mira hoy como un golpe de mano sorpresivo, pero la extensión de esta saga se extiende en el tiempo, y el debate que llevó a la decisión crece en la imaginación de los que lo cuentan. El combustible parece ser la negativa de Ernesto Sanz, el predilecto de Macri como vice, desde 2015. El final tuvo preámbulos, como una larga reunión del jueves anterior entre el jefe del interbloque de los senadores de la ex Cambiemos, con el equipo de trabajo de Miguel Pichetto, entre quienes se destacan el rionegrino Jorge Franco, ex diputado y baquiano de mil negociaciones dentro del peronismo, como que fue el lugarteniente del legendario “Chueco” Carlos Mazzón, cuando era asesor presidencial.

El otro es Guillermo Michel, quien fue funcionario de la AFIP con el gobierno anterior, y ha sido el principal asesor de Pichetto desde diciembre de 2015. Gravitó especialmente en las discusiones de los presupuestos y los consensos fiscales. En esa reunión, un almuerzo en el comedor del Senado, el grupo desmenuzó la situación preelectoral, y concluyeron que la adopción de Sergio Massa por el Instituto Patria inclinaba el plano en favor de las fórmula F&F. Naidenoff salió de ese almuerzo y tuvo una larga charla con Pichetto. Éste admitió la situación de peligrosidad, y los dos observaron con preocupación la insistencia de Olivos en la dialéctica de la extrema polarización, sin ampliar el frente del oficialismo.

“Acá no hay que volver al pasado, y yo no quiero volver al pasado. Pero el gobierno tiene que aportar algo”, se escuchó. Naidenoff se movió desde entonces como un promotor de la candidatura de Pichetto a la vice. Con este mensaje habló esa tarde con Ernesto Sanz y Gerardo Morales. Sanz creyó, al levantar la llamada, que insistían en que el vice fuera él. “Es mi decisión, ya dije que no”, se enojó con el formoseño. “Perdón, no hablo de vos, hablo de Pichetto como vice, no te confundás”. Sanz cambió el ánimo, y dijo que se ponía en acción para sacarlo. Los dos hablaron, a su turno, con Gerardo Morales, también de acuerdo en que algo había que hacer. Redobló la presión el lunes, cuando se conocieron los resultados de las elecciones, en las cuales ganó la reelección en Jujuy, aunque esperaba hubieran sido mejores. El resultado fue la señal de que algo había que hacer, porque el Gobierno corría serio riego de perder, que es al final, la razón final del pichettazo.

Ese lunes Sanz completó las presiones sobre Macri con el resultado que se conoce. En la serie de quienes reclaman la precedencia y autoría de esta martingala, hay que anotarlo también a Carlos Menem. En mayo del año pasado, al presentar su autobiografía, dijo de Pichetto: “Yo lo aliento a que no afloje. Si se lo mete en el alma y en el cuerpo, va a llegar a la Presidencia, no tengo dudas. Puede contar conmigo”.