Es difícil, por no decir imposible, cuando la inmediatez de la exigencia comparte colchón con la mediatez, más imprescindible que necesaria, que hace falta para desarrollar una idea, que se entienda, que tenga los intérpretes adecuados, que se consolide y perdure. En un club normal es un asunto de complejidad alta; el Boca de hoy es querer ganar la Libertadores en el primer partido. Y así no se puede.
La tarea de Alfaro, lejos de ser difícil, es directamente titánica. En un puñado de días tiene que sacar al equipo del pantano emocional que trajo de Madrid, insertar refuerzos en puestos clave (el 6 y el 5, nada menos) y cambiar una forma de jugar que, para bien o para mal, estaba metida en la psiquis del equipo.
Alfaro debutó oficialmente recién este domingo por la noche, pero el impacientómetro ya está en rojo furioso. Veamos: empezó bien Boca, utilizando el ancho de la cancha, con los defensores acoplados en la gimnasia de tratar bien la pelota, con los volantes centrales dispuestos a darle la pelota redonda a Tevez, con Pavón picante y Benedetto hambriento. Así, fabricó dos clarísimas al comienzo: tijera y zurdazo de afuera de Pipa. Pero la bola no entró. Y Boca necesita meterla para jugar con la ventaja a favor, porque de lo contrario está obligado a remarla desde la derrota y no se disimulan ni un poquito la falta de una estructura colectiva aceitada. Alfaro está obligado a armar de adelante para atrás, y así se nota mucho que el fondo está atado con alambre…
Y para colmo, Newell’s hizo lo que no hizo Boca. Maxi Rodríguez, interminable, colgó un derechazo del ángulo y a Boca se le presentó el escenario más difícil y complicado. Porque Newell’s se acomoda mejor en el juego de presionar, morder y contraatacar. Y porque se nota mucho que Tevez no es el armador que Boca necesita, y porque alrededor no tiene otra usina que genere juego. Bebelo hace una y una; Pavón es Pavón (mejor que su última versión post Mundial, eso sí) y Benedetto siempre está.
Newell’s también está en formación, pero disimula mejor desde el resultado a favor, y desde dos cráneos como Maxi y Formica, y las ganas de Rivero y Bittolo y Cachabue. Así y todo, Boca pudo inclinar la cancha. Alfaro probó con la convivencia entre Zárate y Carlitos (aunque enseguida debutó el doble 9 cuando entró Wanchope y salió Tevez), y se la jugó a que el manejo de Campuzano le dé más juego que la regularidad de Barrios.
Así, Boca fue más directo y vertical. Con más juego en el medio y peso en el área. Zárate le dio capacidad en el uno contra uno, Campuzano liberó a Marcone. Y Benedetto volvió a ser Benedetto. Pudo ganarlo por Pavón, pero perderlo por Leal. El partido se rompió y sólo quedaron las ganas de ganar. Boca encontró algunas respuestas, para el resto hace falta tiempo.