Volver a casa. Según de donde venga uno, la experiencia será llevadera o dramática. Y Boca no viene del Paraíso. Su última incursión de riesgo fue en aquella cancha madrileña de cuyo nombre no quiero acordarme. Podríamos haber cargado un poco más de gloria a la ya obtenida. Pero no pudimos porque no supimos. Si hay un recuerdo doloroso de aquel día, al margen del resultado, fue la nula elasticidad táctica para afrontar uno de los partidos más importantes de nuestra historia. En fin: ya fue. El fútbol es un tren bala con varios niveles de profundidad. Hoy estás abajo, mañana arriba, la semana que viene allá y el próximo año en la estratósfera.
Pero la realidad sucede siempre hoy. Sin historia, sin ilusiones de porvenir. Boca va a hacerse ver otra vez ante su público y allí veremos si la relación ha cambiado o es la de siempre.
¿Cuál debería ser la conducta de los hinchas? Imposible consensuarla. Es un acto de libertad. Si me preguntarán a mi, cómo hincha suelto, diría que mi conducta constructiva consistiría en hacerle entender a los jugadores que lo que pasó, pasó; y que me gustaría volver a sentir la expectativa, el mariposeo en el estómago, la fe en algo. Para lo cual subiría a la tribuna después de una ducha de humildad. Recordemos: Boca es gigante, no infalible. No nos pongamos densos de antemano y apostemos a ser pacientes con el DT y firmes en el apoyo de a los jugadores. El temple de nuestro ánimo será clave para que el proceso empiece bien y termine mejor.