La incertidumbre electoral, a una semana de las PASO que inaugurarán la tanda presidencial, no sólo se relaciona con las posiciones en las que terminarán los candidatos en su debut. También hay dudas -y muchas- sobre las diferencias con las que se distanciarán los porcentajes.
Antes de la veda de las difusión de encuestas, la gran mayoría de los sondeos mostraba a Alberto Fernández como favorito. Algún estudio, con el margen de error a favor del candidato K, incluso acercaría esa brecha opositora a los dos dígitos. En el otro polo, hubo relevamientos -los menos- que lo presentaban a Mauricio Macri arriba.
En ese rango tan amplio en el que se mueven las encuestas, hay al menos cuatro fenómenos que resultarán clave para configurar el resultado final:
Polarización
Es una de las muestras más contundentes y particulares de la grieta. Por un lado, por esa puja extrema, se entiende que los pronósticos se concentren en los dos postulantes que expresan los polos. Pero esa concentración se produce en un escenario de alto rechazo tanto a Macri/Pichetto como a Alberto/Cristina. El voto descarte: eligir al menos peor para que no siga o vuelva el otro.
Así, desde hace varias semanas, como adelantó Notibarrios, se especula con que podría repetirse un fenómeno adormecido hace 20 años: que entre los dos principales candidatos presidenciales sumen más de 80 puntos. Desde que Fernando de la Rúa venció a Eduardo Duhalde en 1999 esto no ocurre.
Aquella vez, entre el radical (48,37%) y el peronista (38,28%) alcanzaron 86,65 puntos. Quedaron a poco más de 5 del récord polarizador del 83, cuando Raúl Alfonsín, con 51,75%, venció a Italo Lúder (40,16%). Totalizaron 91,91 entre ambos.
Lo curioso es que ahora la polarización ya se vaticina para las primarias y esto podría tener un efecto importante: al reducirse las opciones “reales” de triunfo a sólo dos candidatos, en las generales del 27 de octubre o Fernández o Macri podrían conseguir el 45% más un voto necesarios para ganar sin balotaje.
Mirando el lado inverso del fenómeno, habrá que ver hasta dónde calan los pedidos de candidatos como Roberto Lavagna, José Luis Espert o Nicolás del Caño, que le recuerdan a la gente que las primarias son apenas un paso inicial para definir candidatos y los instan a votar en positivo.
Asistencia
Como nunca antes desde que el sistema fue aprobado en 2009, para estas PASO hay una campaña explícita de una de las fuerzas mayoritarias para que la gente cumpla con su obligación de votar. Con Macri a la cabeza, el Gobierno lanzó una serie de sptos -y lo repiten en discursos públicos- para pedirles a los electores que asistan a las urnas el 11 de agosto.
Más curiosidades: la Casa Rosada pide que la gente asista a una elección que no dirimirá ninguna interna presidencial. Sólo servirá, en lo formal, para confirmar las candidaturas de las fórmulas que deben conseguir por lo menos un 1,5% de votos válidos -se incluyen los blancos en el cálculo- para poder jugar en octubre.
De los 10 binomios, se cree que cinco tendrían casi asegurado el pase: además del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, también pasarían el filtro Consenso Federal (Lavagna-Urtubey), Despertar (Espert-Rosales) y el FIT (Del Caño del Plá). Hay más dudas con el Nuevo Más (Castañeira-Mulhall), NOS (Gómez Centurión-Hotton), el Partido Autonomista Nacional (Romero Feris-Sueldo), el Movimiento de Acción Vecinal (Albarracín-Pastore) y el Frente Patriota (Biondini-Venturino).
Pero más allá de cómo quede la grilla para octubre, el presentismo en las primarias también se analiza con la lógica de la grieta. A groso modo, se especula con que si se repite la asistencia de 2015 (75% del electorados habilitados), el kirchnerismo tiene mejores chances porque sus votantes son más fieles y asisten masivamente a las primarias. Pero si el presentismo crece al nivel de la general de 2015 (81%), mejoran las perspectivas para el oficialismo, que tiene un votante más “blando”.
Dos grupos clave son los más de 4 millones de argentinos que pueden votar pero no están obligados. Los jóvenes entre 16 y 18 años (aproximadamente 1,2 millón de electores), y los mayores de 70 (más de 3 millones). El primer grupo es más afín a la oposición y el otro, más cercano al macrismo.
Arrastre PRO
Si hasta 2015 el aún jefe de Gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta impulsaba una elección conjunta con la Nación para aprovechar el arrastre del debutante Mauricio Macri para la presidencial, en este 2019, cuando finalmente se concretará el comicio unido, la incógnita se invirtió: ¿el jefe de Gobierno empujará con su mejor imagen al Presidente?
Cuando se los midió por separado, Larreta consiguió hasta 10 puntos más que Macri en intención de voto en el distrito. ¿Habrá tanto corte?La “sábana” en la Ciudad tendrá 6 tramos: arranca con el binomio presidencial y los precandidatos a jefe de Gobierno están en el cuarto; después de senadores y diputados nacionales, y antes de legisladores porteños y comuneros.
Una situación similar ocurre con María Eugenia Vidal en la Provincia. Con mayor dramatismo para la gobernadora, porque su proceso electoral no prevé balotaje. Si ella queda anclada a la peor imagen de Macri en el distrito y pierde por un voto en primera vuelta con Axel Kicillof, deberá cederle el sillón de La Plata.
Alberto y Cristina son amplios favoritos en la Provincia, y la pelea Vidal-Kicillof se plantea más pareja. Es decir, el empuje de la gobernadora debe ser contundente para ser reelecta. Pero más allá de cómo termine su puja provincial, los votos que ella pueda sumarle a Macri -más los de Larreta- serán fundamentales para la batalla presidencial. La duda es cuánto representarán.
Efecto Norte
Del otro lado de la grieta, también hay interrogantes. Las victorias de Daniel Scioli en 2015 en las primarias y en la general se explicaron en gran parte por cómo arrasó en el Noreste y Noroeste argentino. ¿Podrá repetirlo?
En el kirchnerismo, las PASO de este año también se analizan mirando los resultados de la primera vuelta de la última presidencial. Y allí,Scioli-Zannini le sacaron más de 1,4 millón de votos de diferencia a Macri-Michetti en las provincias del Norte. Según detalla un trabajo de la consultora Analogías, que acerca sus estudios al Frente de Todos, en el Noreste, el Frente para la Victoria consiguió 703.807 votos más que Cambiemos; y en el Noroeste, el triunfo fue por 731.898 sufragios.
Para conseguir semejante brecha, el kirchnerismo logró hace cuatro años porcentajes altísimos en varias de esas provincias: superó el 60% en Santiago del Estero, Formosa y Misiones. Y en paralelo, a Cambiemos le fue muy mal: en las dos primeras merodeó el 15%; en la tercera apenas superó los 22%.
Entonces, el peronismo tenía a esos gobiernos locales jugando a pleno su favor, además de que Cristina seguía con la billetera nacional en la Rosada. Hoy, en cambio, Jujuy pasó a manos de Juntos por el Cambio y Misiones va con boleta corta. Por citar dos ejemplos. De ahí las dudas a que Alberto y Cristina puedan sacar semejante distancia, más allá de que en la mayoría de esos distritos se descuenta su triunfo.
La contracara, responden en el kirchnerismo, serán las provincias del Centro, como Córdoba, Santa Fe y Mendoza, donde podría darse un espejo pero a su favor: que otra vez gane el macrismo, pero por una diferencia menor.
Por último, resaltan los encuestadores, otras incógnitas se vinculan a un tipo de voto impensado que suele quedar afuera de los sondeos tradicionales, como el de los “apolíticos” (reniegan de todos los candidatos) y el de las clases bajas-bajas (viven en barrios donde las encuestas no llegan).